En la segunda mitad del siglo XVII, y especialmente en sus últimos años, una serie de factores coincidentes como la decadencia internacional de España, la crisis sucesoria, las ambiciones que generaban sus numerosos dominios o la emergencia de un discurso sobre su incapacidad cultural para la modernidad, dieron lugar a una intervencion europea en la soberania hispana que carecia de precedentes. Vinculando la incertidumbre sucesoria con la resurreccion de la amenaza de la Monarquia Universal, y bajo apelacion a la paz y omision del derecho, Europa concibio el reparto del entramado imperial hispano, una solucion que, si bien no alcanzo sus objetivos, inspiraria otras propuestas surgidas durante la guerra de Sucesion y el propio tratado de Utrecht, si bien en este caso amparado por la legal