Una novela única, ligera y honda a la vez, que indaga en las posibilidades del género para hablar sobre el cuerpo, el mundo y las estrategias siempre insuficientes con que intentamos cartografiarlos.Una novela única, ligera y honda a la vez, que indaga en las posibilidades del género para hablar sobre el cuerpo, el mundo y las estrategias siempre insuficientes con que intentamos cartografiarlos.Al principio deLos errantes, la narradora esboza un autorretrato que es tambien una poetica: A todas luces yo carecia de ese gen que hace que en cuanto se detiene uno en un lugar por un tiempo mas o menos largo, enseguida eche raices. () Mi energia es generada por el movimiento: el vaiven de los autobuses, el traqueteo de los trenes, el rugido de los motores de avion, el balanceo de los ferrys. Inquieta como ella, esta novela no se detiene ni un momento: en bus, avion, tren y ferry, la acompaña a saltos de pais en pais, de tiempo en tiempo, de historia en historia.Un libro inquieto, pues, y no pocas veces inquietante, como buena parte de los relatos que contiene: historias incompletas, cuentos oniricos subsumidos en un liberrimo cuaderno de viaje hecho de excursos, apuntes, narraciones y recuerdos que en muchos casos tienen como tema el viaje mismo: asi, el relato de Kunicki, que, en plenas vacaciones, tendra que enfrentarse a la desaparicion de su esposa y su hijo, y a su reaparicion enloquecedoramente enigmatica. O el del gelido doctor Blau, taxidermista, que visita a la viuda de un ilustre colega con la intencion de estudiar su laboratorio. Tambien esta el de Annushka, obsesionada por comprender los incomprensibles juramentos que profiere una pedigueña en la estacion de metro. O el de la biologa que vuelve a su pais para reencontrarse con su primer amor, ahora agonizante. Y, en medio de todos ellos, el relato real de como el corazon de Chopin llego a Polonia escondido en un tarro de alcohol en las enaguas de su hermana; o el del anatomista flamenco Philip Verheyen, que escribia cartas a su pierna amputada y disecada; cartas, en fin, como las que le mandaba Josephine Soliman al emperador Francisco I de Austria para recuperar el cuerpo de su padre, disecado como la pierna de Verheyen e infamantemente expuesto en la corte donde habia servido en vidaY asi, entre corazones, piernas y cuerpos, Los errantes, una novela inquieta e inquietante, movil y mas que frecuentemente perturbadora, se revela tambien como una novela esencialmente fisica: en ella se habla del cuerpo, si, pero tambien del mundo, y de las estrategias siempre insuficientes (la ciencia, los mapas) con las que intentamos cartografiar lo existente, apresar lo inasible. Como las galerias de curiosidades que su autora gusta de visitar,Los errantes, galardonada con el Premio Man Booker Internacional, contiene lo raro e irrepetible, lo insolito y monstruoso, y lo expone en un despliegue de inventiva cuya nomada libertad formal oculta una calculadisima coherencia tematica: he aqui una novela unica, ligera y honda a la vez, que indaga en las posibilidades del formato como los exploradores mas audaces.De los pocos escritores- europeos verdaderamente notables del ultimo cuarto de siglo(The Economist).Solo unas pocas y selectas novelas poseen el milagro de la musica, y esta es una de ellas (Eileen Battersby,Los Angeles Review of Books).Tiene ecos de Sebald, Kundera, Kiy Ugreic, pero Tokarczuk habita un registro rebelde y jugueton que es en gran medida propioLos hoteles de todo el continente harian bien en tener un ejemplar en la mesilla de noche. No se me ocurre mejor compañero de viaje para estos tiempos turbulentos y fanaticos (Kapka Kassabova,The Guardian).
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