Vicente González Olaya ejerce el periodismo en El País. Durante mucho tiempo fue redactor jefe de la sección de Madrid y actualmente se encarga de los contenidos de Patrimonio histórico en la sección Cultura.
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Tesoros de leyenda, yacimientos milenarios, robos y expolios… un recorrido apasionante por los hitos de la arqueología de nuestro paísTesoros de leyenda, yacimientos milenarios, robos y expolios… un
Detrás de cada hallazgo arqueológico se esconde siempre una aventura fascinante. Los arqueólogos son personas inquietas y, sobre todo, curiosas e inconformistas , que necesitan llegar al fondo de cualquier agujero o excavar cualquier monticulo sospechoso de ocultar algun rastro de nuestros antepasados. No buscan el valor material de los objetos, que puede ser enorme y que entregan a los museos, sino ampliar nuestros conocimientos sobre lo que ocurrio mucho antes de que naciesemos. Ese es su verdadero objetivo: estudiar, conservar y aprender del pasado y legarselo a las siguientes generaciones. Parece que fue una curiosa niña de ocho años quien vio los bisontes pintados en el techo de la cueva de Altamira. Otros descubrimientos fueron fruto de la casualidad y sus autores no eran arqueologos, sino campesinos o militares. Todos ellos cobran protagonismo en esta pequeña historia y en las divertidas ilustraciones de Quino Marin . En este libro encontraras descubrimientos, peripecias y anecdotas increibles . Viajaras en el tiempo, desde el momento en que un grupo de cazadores pintaron las cuevas de Altamira hace 30.000 años, y alrededor del mundo, desde el antiguo Egipto hasta los asentamientos vikingos en America del Norte, pasando por Asiria, China o la isla de Pascua.
Detrás de cada hallazgo arqueológico se esconde siempre una aventura fascinante. Los arqueólogos son personas inquietas y, sobre todo, curiosas e inconformistas, que necesitan llegar al fondo de cualquier agujero o excavar cualquier monticulo sospechoso de ocultar algun rastro de nuestros antepasados. No buscan el valor material de los objetos, que puede ser enorme y que entregan a los museos, sino ampliar nuestros conocimientos sobre lo que ocurrio mucho antes de que naciesemos. Ese es su verdadero objetivo: estudiar, conservar y aprender del pasado y legarselo a las siguientes generaciones. Parece que fue una curiosa niña de ocho años quien vio los bisontes pintados en el techo de la cueva de Altamira. Otros descubrimientos fueron fruto de la casualidad y sus autores no eran arqueologos, sino campesinos o militares. Todos ellos cobran protagonismo en esta pequeña historia y en las divertidas ilustraciones de Quino Marin. En este libro encontraras descubrimientos, peripecias y anecdotas increibles. Viajaras en el tiempo, desde el momento en que un grupo de cazadores pintaron las cuevas de Altamira hace 30.000 años, y alrededor del mundo, desde el antiguo Egipto hasta los asentamientos vikingos en America del Norte, pasando por Asiria, China o la isla de Pascua.
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