Imposible saber dónde comienzan las cosas y menos cómo acabarán. Entretanto cantamos, maldecimos, suspiramos, poetizamos los buenos momentos, imaginamos otros mejores o nos dormimos en el remanso de la rutina. Avanzamos cargando nuestro recetario y bagaje, el personalizado. En nuestros poros o polvos geneticos no sabemos lo que sucedio o se esconde. Llevamos miles de millones de años almacenando informacion, prolongando la metamorfosis; asi pasamos de la primera celula a la complejidad y complicidad de algo que nos mueve en varias direcciones, simplemente tanteando. No sabemos si a traves del fuego propulsamos la palabra o traves de la palabra incendiamos el fuego, que hasta ahora nos asombra y nos puede maltratar desheredandonos de la vida. Consegui reunir algunos pensamientos, correrias para dar paso al lenguaje que llevo dentro, que heredado, domesticado, enjaezado, ilusionado e incluso autocensurado intento hacerlo llegar hasta ti, lector de otro mundo encerrado, con el que quizas algo comparto: un tararear musical; porque las letras, ensartadas en palabras y anudadas en frases son ante todo sonidos musicales, que pueden convertirse en misiles, dardos, campanillas o sinfonias; quien sabe si en un despertar. Asi tintinean o irrumpen cuando las decanto en el silencio de mi mente. Con el lenguaje adornamos el sexo convirtiendolo en ilusion de amor, con el lenguaje canturreamos que nacimos libres estando atados y ataviados con mortaja y con el lenguaje incluso creamos a alguien al que conferimos la tarea de crearnos, imponiendolo como norma, azote vigilante y si te descuidas en suplicio del transitar. Todo un mejunje de agravio a la existencia, pero ahi estamos, como el mar, que llego primero, ascendio a recadero del amor y en la cresta de la ola esta alzandose en temblor, aguachinando la procreacion, barriendonos sin apego, imponiendonos la esclavitud y achicandonos la masa cerebral, por falta de uso y por complicidad y degeneracion de un toquetear cristalino compulsivo. Como en mi libro anterior impongo al lector el indice alfabetico, decantandome por un orden desordenado que no guarda ni principio ni fin, aunque conlleve un sustrato que aparentemente no conduce hacia ninguna parte. Como algo intuyo, se poco y lo poco envuelto en duda, dejo al propio lector acompasarme en su discernimiento, porque no hay principio sin apaciguamiento, aguas que no corran hacia abajo o luz que no se engendre en chispazo. Espero que el vagabundeo de mi subconsciente encuentre su enganche en el lector.
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