CAPTURA Y OCUPACIÓN FRANCESA DE CIUDAD REAL

Este libro es un ensayo histórico, basado en las fuentes originales de este suceso, que intentará mostrar aquellos ignorados hechos y atrapar el interés del lector para transportarlo al pasado, algo más de doscientos años, de esta tierra manchega. La perspectiva del tiempo permite el análisis de los detalles que ofrecen las fuentes primarias y, junto a los estudios posteriores, posibilita una visión global de los acontecimientos de aquel luctuoso hecho que fue la invasión y ocupación de Ciudad Real por una parte de la Grande Armée: el 4.º Cuerpo, al mando del general Horacio Sebastiani. En este ensayo se vierten firmes opiniones fundamentadas en los documentos originales procedentes de los bandos enfrentados en el conflicto. Españoles y franceses fueron grupos sociales discordantes obligados a convivir en Ciudad Real; al igual que las dos facciones opuestas ideológicamente: fernandinos versus josefinos; patriotas versus afrancesados; serviles versus progresistas; absolutistas versus liberales. Las memorias de algunos de los protagonistas –Kajetan Wojciechowski, Joaquín Gómez, Julián Alonso, etc.– y los documentos custodiados en los archivos Histórico Municipal, Histórico Nacional o el del Ejército, nos permiten acercarles en estas páginas la vida cotidiana de los invadidos, nuestros paisanos; las onerosas exigencias de los asaltantes, los franceses, tras la penosa batalla o acción de Ciudad Real aquellos 26 y 27 de marzo de 1809; la dura convivencia y triste resistencia de los lugareños bajo una ocupación militar gala atrincherada en la Casa de la Misericordia. Podrán leer sobre las correrías y desmanes de la tropa extranjera por la ciudad; las atrocidades de la guerra, las venganzas, las acusaciones de unos y otros; las acciones guerrilleras para liberar la ciudad. La vida misma en una guerra que también fue “local”, incluso entre vecinos ideológicamente recelosos. Al final, en esta contienda, ni los absolutistas y serviles eran tan patriotas –buscaban la continuación del Antiguo Régimen y el mantenimiento de las “sagradas” tradiciones–, ni los afrancesados o colaboracionistas fueron tan traidores –pues pretendían el “progreso” de su pueblo–. En definitiva, la ocupación gala de la ciudad, la difícil convivencia y la obligada relación entre el invasor y el pueblo dominado.