En las noches de la Costa del Sol, Kevin se pasea por Marbella creyéndose EL premio nobel del delito. Guapo, engreído y con la cabeza tan hueca como su Hummer amarillo, está convencido de que el hampa le debe una ovación. A su lado, El Colorao, veterano del talego, que ha cambiado la ducha común por el éxito de unas partidas de póker clandestinas donde amasa dinero y triunfa, para pasmo y envidia de Kevin. El músculo lo pone López, un ex municipal que alquila sus nudillos al mejor postor y no hace preguntas. Mati colecciona mentiras y orgasmos con Kevin; sabe que el chico no llegará muy lejos, pero el vicio es un ancla difícil de soltar. El Donuts devora bollos industriales mientras realiza pequeños timos por Internet. Y patrullando la línea fina entre la ley y el tedio, Mendoza se devora a sí misma: harta de su jefa, de un trabajo monótono y aburrido, y de una relación que se le enfría como café de máquina, salta de amante en amante buscando un atajo fuera de su propia vida y de su pareja. Todas sus rutas confluyen en El Heaven, un club de striptease que regenta Manolo, un tipo con barba de puercoespín; duro, huraño y superviviente de todo y de todos. Allí las luces y disparos de láser animan los bailes de Mayka y Laura que se deslizan al compás de la música. En ese antro es donde reina de lejos, El Holandés, que nunca baja de su yate en Puerto Banús y que es, en realidad, un narco impecable que controla el tráfico de pastillas desde Málaga hasta Algeciras, con sadismo y con