A veces las carencias son como puentes que uno intenta tender para mirar la orilla desde el otro lado. Pero no siempre la vida tiene bordes nítidos, las cosas son lo que parecen y las personas como las amamos. Por eso en este libro hablo sobre lo que te han quitado y te deben, sobre ciertas complicidades, sobre la certeza amarga del dolor y las heridas y el tiempo como único bálsamo; y sobre la sospecha de que, por más que creamos reconocernos sólo allí donde la luz es más clara, la orilla opuesta, con sus miedos y sus sombras, siempre espera al otro lado.