Castilla y León es la región más extensa de España y también de la Unión Europea, pero poco poblada. Es región de altas y agrestes parameras y amplios campos de suelos fuertes, de mucha miga, en donde perviven encinares, pinedas y humildes robledales y sabinas. Pero también es región de montaña, un tercio, al menos, de su superficie; montañas variadas con extensas forestas de robles, pinares, hayedos y otras formaciones vegetales de menor porte. Región de espacios naturales singulares, refugio del lobo, del rebeco, del oso pardo y del urogallo en las alturas; por donde requiebran conejos y liebres en los llanos y donde aterriza el águila imperial y el jilguero, en los cielos. Tradicionalmente ha vivido del cereal, la remolacha, el viñedo y el lanar en los campos; y del carbón, la explotación forestal y la ganadería vacuna de trabajo y renta, en las montañas. Hoy la situación ha cambiado y las industrias se dispersan por los núcleos urbanos y las villas, y los servicios están presentes en toda la débil red urbana. Son las actividades económicas en las que trabajan los de la región, que, por otra parte, no son muy numerosos. Región despoblada, dispersa y envejecida, con difícil porvenir de regeneración. Muchos pequeños pueblos han casi desaparecido al tiempo que se han reforzado las cabeceras de comarca y las pequeñas ciudades provinciales, llenas de historia, formando una red de poblamiento débil y mal cosida. Necesitada de autovías y ferrocarriles que comuniquen todo el espacio regional, de mayores inversiones en industrias y servicios, de un mayor aprovechamiento de la energía que produce, la Comunidad ofrece un rico patrimonio histórico-artístico y bellísimos espacios naturales, potenciales atractivos de un turismo de calidad. Y mucha variedad espacial, desde los valles con regadíos a las parameras de las churras lanares, o a las montañas ganaderas asustadas del rum rum de las centrales combinadas y esperanzadas con los espacios de ocio de la nieve.