Nuestra principal Ley procesal continúa experimentando modificaciones. Algunas de dichas variaciones obedecen a la necesidad de adecuar su tenor a la aplicación de las nuevas tecnologías -y de los propios actos- de comunicación, mientras otras responden a la conveniencia de realizar ciertos "reacomodos" en la estructura de algunos procesos y en la interpretación de sus preceptos, cuya utilidad ha puesto de relieve la práctica cotidiana. Lo cierto es que el goteo de modificaciones obliga al profesional -y al estudioso- del derecho a realizar una labor constante de reciclaje.