Oficialmente "The Great Unknown", el gran desconocido de las letras inglesas hasta poco antes de su muerte, sir Walter Scott (1771-1832) suele ser considerado el inventor de la novela histórica y su principal representante. Hay que tener en cuenta, sin embargo, las distintas fases por las que iría atravesando su oficio de escritor si queremos entender adecuadamente al autor de "Ivanhoe": oyente, lector, traductor, anticuario, erudito o historiador, editor y ministril de la frontera, jurista o partisano son evocaciones escrupulosas de su profesionalidad, que desmienten que no estuviera lo suficientemente preparado para responder a ellas o que su escritura fuera negligente. Como Wordsworth, Scott tuvo que crear el gusto para su obra. Descubrió que no hay romance como el romance de la vida real. Como escritor, trató de reconciliar para el lector todas las variedades de la naturaleza humana y la historia del arte le ha correspondido transformando "Ivanhoe" en novelas, óperas, musicales y películas que han mantenido inalterable el favor del público hacia una obra que representa, en palabras de Heine, la corona nupcial del mundo de lectores.
Ficha técnica
Traductor: Antonio Lastra Meliá
Editorial: Ediciones Cátedra
ISBN: 9788437631271
Idioma: Castellano
Número de páginas: 688
Tiempo de lectura:
16h 30m
Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
Fecha de lanzamiento: 09/04/2013
Año de edición: 2013
Plaza de edición: Es
Colección:
Letras Universales
Letras Universales
Alto: 18.0 cm
Ancho: 11.0 cm
Grueso: 3.2 cm
Peso: 485.0 gr
Especificaciones del producto
Escrito por Walter Scott
Nació en 1771 en Edimburgo (Escocia). Desde 1792 recorrió los más remotos rincones de Escocia y recogió baladas del folklore local. Es considerado como el iniciador de la novela histórica. Con los beneficios por la venta de sus obras, mandó construir una enorme propiedad en Escocia, bautizada Abbotsford, de la cual en 1820 fue nombrado barón. Asociado a la firma de impresores de James Ballantyne y a la editorial de Archibald Constable, que sucumbieron a la crisis económica de 1826, rechazó ampararse en la bancarrota, y pagó durante el resto de su vida una deuda de más de 120.000 libras esterlinas. Falleció en 1832 en Abboostford.