En la actualidad existe un amplio consenso acerca de que las misiones internacionales y las operaciones que le son propias hay que encuadrarlas en lugares concretos y dentro de unas sociedades con sus propias circunstancias y características culturales e idiosincráticas, de manera que los conflictos no pueden ni deben resolverse aplicando exclusivamente criterios militares, sobre todo si estos son de tipo asimetrico y difuso. Esto significa que para prevenir el conflicto, resolverlo y construir sociedades democráticas y estables, se necesita de un acertado y exhaustivo entendimiento de la sociedad concreta que se quiere gestionar, interactuar adecuadamente con los actores locales que la constituyen y, por tanto, poder contar con la colaboración activa de la población a la que se pretende ayudar. Tanto es así que los conflictos actuales están derivando en formas de actuar en las que el centro de gravedad, como objetivo último del planeamiento de acciones en el plano estrategico, operacional y táctico, es la población local. Por ello, los miembros de los contingentes desplegados en zonas de intervención tienen la necesidad, y a la vez la obligación, de contar con una adecuada formación sobre los elementos culturales que definen los colectivos sociales sobre los que van a interv