Un verdadero renacimiento, con Dios y no contra El, hubiera podido comenzar en España en el siglo XIV, y no el Italia en el XVI. Don Quijote nos revela esta ocasión perdida de la historia. Al final del siglo XVI existía aún la posibilidad. Pero el destino de España, y con ella de Occidente, se selló para los siglos venideros con dos elecciones decisivas: la expulsión de los judíos en 1492 y la de los moros en 1609. Entre estas dos fechas fatídicas se alzan las leyes sobre la pureza de sangre. Estas leyes no sólo fueron medidas de la Inquisición religiosa y del racismo, sino también la ruptura entre Oriente y Occidente.