Faustino, un Fausto sin poder ni magia, aparece condenado desde las primeras páginas por su debilidad de carácter. Sin duda, aunque es producto de su ambiente y de su época (mimado por todos, nunca tuvo que trabajar), él mismo es culpable en gran medida de su destino: sueña grandezas imposibles de realizar, al tiempo que es abúlico y perezoso.Al crear a su personaje, sin duda Valera pensaba en sí mismo. También a él le faltó dinero cuando era joven y asimismo se mostró indeciso en la elección de una carrera; probó la diplomacia, la política y el periodismo, además de cultivar diferentes géneros literarios.LAS ILUSIONES DEL DOCTOR FAUSTINO como novela tiene varios lunares (una acción dislocada, algunas digresiones un tanto premiosas y ciertos episodios melodramáticos). Artísticamente es inferior a otras novelas de Valera, como Pepita Jiménez, Juanita la larga o El Comendador Mendoza; pero en cuanto a tema, no sólo es una de las obras más interesantes de su producción, sino acaso también de toda la literatura española del siglo diecinueve.
Ficha técnica
Editorial: Castalia Ediciones
ISBN: 9788470391026
Idioma: Castellano
Número de páginas: 464
Tiempo de lectura:
11h 5m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 01/01/2002
Año de edición: 1995
Plaza de edición: Madrid
Colección:
CLASICOS CASTALIA. C/C.
CLASICOS CASTALIA. C/C.
Número: 26
Alto: 18.0 cm
Ancho: 11.0 cm
Grueso: 10.5 cm
Especificaciones del producto
Escrito por Juan Valera
Nacido en Cabra (Córdoba) en 1824. Realizó estudios universitarios en Granada y Madrid. Entró en el servicio diplomático como acompañante del duque de Rivas, embajador en Nápoles, donde se dedicó a la lectura y al estudio del griego. Estuvo también en Portugal, Rusia, Brasil, Estados Unidos, Bélgica y Austria. En 1861 ingresó en la Real Academia Española. Escribió artículos periodísticos y ensayos. Valera es un escritor de difícil clasificación; atacó tanto el romanticismo como el realismo y el naturalismo. Consideró que el arte no tiene ningún objetivo, excepto servir a la belleza, crear arte, pero tampoco se adscribió a los movimientos claramente esteticistas de final de siglo como el -arte por el arte- o el simbolismo; elogió la obra de Rubén Darío pero tampoco se le puede considerar modernista. Murió en Madrid en 1905.