En El laberinto de la luz, cuya acción transcurre en una pequeña ciudad de la España de hoy, se entrecruzan las historias de diversos personajes que buscan una razón a la existencia. Así, Claudio, no ceja en su afán por conseguir el conocimiento; Hugo, poeta, busca el lector ideal; la joven Valentina pretende encontrar, a través de una auténtica aventura libresca, el libro que la haga lectora; Nerea persigue la modernidad; Guzmán ambiciona medrar políticamente; Giner trabaja por la originalidad de las ideas; la anciana Carmen, en fin, lucha por recuperar su antiguo amor de cuando la guerra; el mosaico se completa con el viudo Santiago, o con la profesora Águeda, o con la librera. La novela avanza a través de un repertorio de técnicas narrativas que van desde el narrador omnisciente al monólogo interior, pasando por el tú introspectivo, el estilo epistolar o la caricatura política. El lirismo, el humor y la intriga cultural son ingredientes que sazonan su desarrollo argumental.
En febrero de 1939, las bombas alemanas e italianas arrecian sobre Figueras. La pintora Diana Richardson es asesinada en su domicilio, delante de su último óleo. Los presuntos culpables camuflan su cadaver y el lienzo en la caravana de evacuacion del Tesoro Artistico Español con destino a Ginebra. Carla, hija de la victima, los persigue hasta las proximidades de Perpiñan. Alli conoce al joven detective Leo Ventura, y ambos acaban uniendo sus fuerzas en una mision que los conducira a las costas de Normandia.