Imposible deducir cuánta vida llegaron a compartir ambos hombres. Santa Marina y Aub se trataron muy cordialmente; sus distintas ideologías políticas no turbaron aquella camaradería; fueron tan amigos como para crear, con otro par de escritores (Félix Ros y José Jurado), una revista literaria; Aub intentó durante varios años -lo confesó él mismo- seguir el estilo de Santa Marina[2]; Max escribió sobre Luys -sobre todo en dos libros, Campo cerrado y La gallina ciega- muchas exactitudes biográficas, aunque también bastantes acontecimientos imaginarios; perdido el contacto desde el verano de 1936, volvieron a verse en 1969... En fin, les fueron aplicables casi todos los significados, por activa o pasiva, del verbo encontrar; y de ahí el título escogido para el presente artículo.
Partiendo de la premisa de que privatizar el mundo y progresar hacia la barbarie son lo mismo, el propósito de la presente obra es apuntar líneas de reflexión en el plano jurídico-político en dirección opuesta a la señalada por el ecoliberalismo o ecologismo de libre mercado, es decir, negando la "privatización del mundo" como receta universal para resolver los grandes problemas que plantea la crisis ecológica.
El final más o menos pacífico de la guerra fría hubiera podido dar paso a la disolución de los dos bloques militares y a una revisión radical de las políticas que impulsaron la irracional carrera de armamentos de la segunda mitad del siglo pasado. También habría podido facilitar una reducción de los gastos militares y un incremento de los recursos destinados al desarrollo sostenible de los países empobrecidos. Eso es exactamente lo que proponía el movimiento por la paz no alineado de los años ochenta del siglo xx. Las potencias occidentales, sin embargo, en lugar de aprovechar la disolución del pacto de Varsovia para avanzar en esa dirección, se dedicaron a vanagloriarse de su «victoria en la guerra fría», a promover la globalización neoliberal y «ecocida», a revalidar la disuasión nuclear, a ampliar las funciones y el ámbito de actuación de la OTAN y a emprender una enloquecida espiral de intervenciones militares que ha culminado con la desestabilización general de Oriente Medio. Ante el Iraq devastado, los bantustanes palestinos, el Afganistán feudal de los «señores de la guerra», el Líbano nuevamente resquebrajado o el Pakistán al borde del abismo, resulta difícil escapar a la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue. En este libro se han reunido diversos textos que combinan el análisis político con la crítica sin contemplaciones del belicismo occidental posterior a 1989. Han sido escritos desde las «cocinas» del movimiento por la paz. Todos ellos parten de la convicción de que la nostalgia puede ser un sentimiento paralizante pero también un revulsivo que incite a la acción. Los viejos ideales del movimiento por la paz se pueden ver hoy como un estímulo para proyectar un futuro diferente al que nos augura la guerra mundial e infinita declarada por el gobierno estadounidense en 2001.