El redescubrimiento de una escritora caída en el olvido que vuelve al primer plano gracias a Lorrie Moore y la lectura de uno de sus relatos en un pódcast del TheNew Yorker. Un retrato despiadado del Nueva York de los setenta, de la soledad y el aislamiento en la gran ciudad, pero tambien de Connecticut y la vida en el campo, entre plantas y animales segun pasan las estaciones. La muerte omnipresente suscita una reflexion sobre la vida y sobre lo que representaba ser una mujer en esos años, con sus expectativas y contradicciones. Una poderosa observacion de lo humano que dialoga con nuestro presente. Su escritura nos recuerda a Mary Robison, a la primera Lorrie Moore y a tHE de Sylvia Plath. Es original y audaz, inquietante y poetica, despiadada y tierna. Su voz intemporal, llena de energia y franqueza, nos muestra las formas, a menudo ocultas, en que nuestro dolor y nuestra alegria se convierten en conocimiento.
Un retrato despiadado del Nueva York de los setenta, de la soledad y el aislamiento en la gran ciudad, pero también de Connecticut y la vida en el campo, entre plantas y animales según pasan las estaciones. La muerte omnipresente suscita una reflexion sobre la vida y sobre lo que representaba ser una mujer en esos años, con sus expectativas y contradicciones. Una poderosa observacion de lo humano que dialoga con nuestro presente. Su escritura nos recuerda a Mary Robinson, a la primera Lorrie Moore y a La campana de cristal de Sylvia Plath. Es original y audaz, inquietante y poetica, despiadada y tierna. Su voz intemporal, llena de energia y franqueza, nos muestra las formas, a menudo ocultas, en que nuestro dolor y nuestra alegria se convierten en conocimiento.