Parece que la introducción a un escrito crece en responsabilidad, si piensas que son las letras que el futuro lector ojeará para decidir o no devolverte cerrado a la estantería. Sin duda es un aprieto, pues uno (en este caso una) intentó no quedar cara a la pared y espera la caricia del peso de unos ojos. Al menos soy consciente de que hay quien no lee nunca las introducciones, por lo que su mirada irá a parar a cualquier rincón del alma, caso de que los libros tuviesen alma, algo bastante probable si pensamos que tienen también vida propia o, cuanto menos, capacidad de arrebatarnos la nuestra y sumergirnos en sus historias. Sinceramente, y para no hacer perder su tiempo a quienes vayan buscando otra cosa, diría que éste no es un ensayo científico, aunque sí con ciencia. Palabra que echa a andar, y a un salto de ella misma abre la máxima aspiración de quien suscribe: concienciar. Expresar, informar desde la ciencia. Favorecer una conciencia crítica es parte del compromiso que los profesionales de la salud tenemos con la prevención. Es nuestra responsabilidad en el hecho de transmitir conocimiento, sensibilidad y herramientas para evitar el sufrimiento humano, facilitando argumentos para que el cuestionamiento y el análisis permitan una toma de postura. A este libro ni se le ocurre la pretensión de ser un manual de exactitudes, más bien intenta ser un libro de imágenes. Tal vez, esta expresión más apropiada para una pintura que para un amasijo de letras, choque un poco aquí. Pero realmente éste ha sido el esfuerzo. La intención (no sé hasta qué punto conseguida) fue en todo momento construir a partir de las palabras una imagen visible del niño y la niña que están creciendo. El dicho una imagen vale más que mil palabras encierra una gran parte de verdad. Las cosas que cobran claridad, las ideas cuando se hacen evidentes, tienen una fuerza que nos penetra con profundidad. Nuestra verdad es aquello que vemos cuando miramos dentro de uno; por eso mismo nos constituye. Como persona y profesional tengo mis verdades, una forma de ver y concebir la lógica de los procesos en la salud o en la patología. Una manera de ente
No hay muchos libros que nos permitan adquirir conocimientos objetivos y mostrarnos recursos que reactiven nuestra intuición y nuestro contacto vital. Uno de ellos es Saltando las olas, que se se acerca a los profesionales de la educación y de la salud a través del diálogo sobre aquellos factores que permiten conseguir una relación más funcional y amorosa con los niños y niñas. Pero sobre todo es un texto desde la esperanza, de gran ayuda para los padres que nos enfrentamos a la dura y solitaria tarea de acompañar el proceso de maduración y de socialización de nuestros hijos en un ecosistema separado de la natura y, por tanto, ajeno a las necesidades de su propia especie. Hablamos de la Vida como una carrera de obstáculos, la afrontamos casi con la misma actitud con que miramos de reojo esa valla rígida e inamovible cruzada en el camino que sólo puede ser saltada de carrerilla y estirando bien las piernas. Nos miramos pensando si estaremos en forma, suficientemente preparados, si seremos lo bastante duros como para resistir o sucumbiremos. Sabemos que detrás vienen empujando y que no podemos permitirnos el lujo de la equivocación. Apenas se nos ocurre pensar que esta forma de ver las cosas sea un gran error, que la Vida tal vez se parezca más al mar, que los obstáculos sean más bien como sus olas.
A este libro ni se le ocurre la pretensión de ser un manual de exactitudes, más bien intenta ser un libro de imágenes. Tal vez, esta expresión más apropiada para una pintura que para un amasijo de letras, choque un poco aqui. Pero realmente este ha sido el esfuerzo. La intencion (no se hasta que punto conseguida) fue en todo momento construir a partir de las palabras una imagen visible del niño y la niña que estan creciendo.