A finales de marzo de 2018, una mujer que cruzaba empujando su bicicleta a oscuras una calle de Tempe, Arizona (EEUU), fue arrollada por un coche autónomo de Uber en pruebas. Tras el volante, tal como se aprecia en el video publicado por la policia local, se observa que el conductor-controlador de seguridad no prestaba atencion. Aunque era de noche, los sensores Lidar del vehiculo deberian haber detectado a la ciclista, pero tampoco lo hicieron. Si hubiera sido un coche no autonomo y no conectado habriamos entendido que la responsabilidad recaia en mayor o menor medida en el conductor. Sin embargo, en el caso de Tempe, la cuestion de la atribucion no es tan sencilla como no lo es, en general, en cualquier daño que las cosas conectadas o (o Internet of Things -IoT-) puedan ocasionar.La alta complejidad del ecosistema IoT (objetos fisicos, software, infraestructura de Internet, datos personales y no personales, comportamiento del usuario final, analitica de datos, etc.), y la variedad de actores implicados (fabricantes de productos, fabricantes de sensores, productores de software, proveedores de infraestructura, otros actores involucrados en el suministro de diferentes servicios, usuarios finales, etc.), hace que la labor de atribuir responsabilidades en caso de daño sea una tarea de enorme complejidad.El lector encontrara en esta obra una guia para entender la tecnologia, su complejidad e interacciones, el estado del arte de la legislacion y de la ciberseguridad de la IoT, y las propuestas legislativas que estan encima de la mesa sobre la seguridad de las cosas conectadas y la responsabilidad por los daños que causen.
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