Con plena conciencia de su responsabilidad de escritor y de teólogo ha repasado San Agustín al fin de su vida, con minuciosa diligencia, toda su producción literaria. Y, al repasarla, ha revisado una vez mas su vida de escritor, repensando y criticando cuanto habia salido de su pluma y evocando hasta las circunstancias en que se habia originado cada obra, la intencion con que la habia redactado y, en ocasiones, hasta la acogida que la habian dispensado sus lectores. Con harta razon han sido denominadas alguna vez esas retractaciones, las Confesiones de la vejez del Santo. Que diferencia, empero, entre la critica, cortante .como navaja, del Agustin anciano, critica de un autor que se halla ya desprendido de su produccion literaria, y el impetu, pleno de entusiasmo religioso, que inspira al Agustin de cuarenta años esos portentosos analisis psicologicos, que desembocan siempre en una accion de gracias. Se tiene la impresion de que: el de Hipona, al redactar al fin de sus dias las retractaciones, se inspira unicamente en la idea de purificar su herencia literaria de todo lo que pudiese dar lugar a una critica justificada y de abroquelarse, ademas, contra menos correctas interpretaciones. Pero aun en esta obra, un tanto fria y opaca, alcanzamos a escuchar por una vez la voz del corazon. Cuando el anciano obispo habla de sus Confesiones, el tono se modifica; despues de la simple enumeracion de los trabajos precedentes, ofrece de las Confesiones una caracterizacion que demuestra claramente como esta obra ocupa un sitio muy particular en su espiritu: Los trece libros de mis Confesiones alaban al Dios justo y bueno asi por mis obras rectas como por mis malas acciones y excitan hacia el el espiritu y el corazon del hombre, por lo que a mi concierne, al menos, han ejercido sobre mi esa influencia mientras los escribia y la sigue ejerciendo ahora cada vez que los leo. Al cabo de tantos años resuena todavia
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