El Laberinto de Fortuna es, sin duda, una de las obras más importantes de la literatura medieval española. Desde Nebrija hasta la actualidad, humanistas, gramáticos, comentaristas y literatos han elogiado el Laberinto como modelo de un estilo complejo y latinizante o por su visión nacional, aunque tampoco faltan juicios negativos; y desde la primera edición, ¿Salamanca, 1481?, hasta nuestros días el Laberinto ha sido editado casi ininterrumpidamente; además, está conservado en no menos de dieciocho manuscritos. (...) Tras una introducción, se cuenta cómo el poeta es arrebatado por el carro de Belona, que le lleva al palacio de la Fortuna. Guiado por la Providencia, el poeta contempla las diversas partes del mundo, y, a continuación, Ella le muestra tres ruedas: dos inmóviles, las del pasado y del futuro, y una que se mueve, que alegoriza el tiempo presente. Las ruedas contienen siete círculos ordenados concéntricamente, conforme al sistema planetario geocéntrico de Ptolomeo, y en cada uno de ellos influye uno de los siete planetas.
Ficha técnica
Editorial: Castalia
ISBN: 9788470397547
Idioma: Castellano
Número de páginas: 284
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 14/03/1997
Año de edición: 1997
Plaza de edición: Madrid
Colección:
Clasicos Castalia
Clasicos Castalia
Número: 223
Peso: 230.0 gr
Especificaciones del producto
Escrito por Juan de Mena
Juan de Mena (Córdoba, 1411-Torrelaguna, 1456) fue testigo de excepción de las vicisitudes políticas y culturales en la corte castellana de Juan II y protagonizó un proceso que pocos autores han podido arrogarse: la creación de una nueva lengua poética, constituida en modelo indiscutible durante más de medio siglo, en el tránsito de la Edad Media al Renacimiento. Huérfano de padre a poco de nacer, se crio con ayuda de parientes. Esta circunstancia y el no ser primogénito explican su aplicación al estudio, seguramente orientado desde un principio hacia la carrera eclesiástica o el funcionariado secular. Ya con veintitrés años, hacia 1434, marchó a estudiar a Salamanca, pero se desconoce su grado académico, si es que lo completó; de su obra se desprende una buena formación en artes. Consta su estancia en Florencia en 1442-1443, al servicio del cardenal español Juan de Torquemada, y quizás estuvo antes o después de esas fechas en Roma. Regresado a Castilla, se convirtió en autor reputado y desarrolló una carrera profesional como funcionario en su Córdoba natal. Llegaría a ser cronista regio (documentado desde 1448) y secretario de cartas latinas de Juan II. Ya en tiempos de Enrique IV falleció a su paso por la villa madrileña de Torrelaguna, donde recibió sepultura.