Ana se enfada porque piensa que su madre no sabe su nombre. Al levantarse la llama ‘‘pollita’‘; si tira el zumo de naranja, ‘‘calabacita’‘; si es impaciente a la hora de comer, ‘‘diablilla’‘; si la asusta jugando, dice que es un monstruo; una mona cuando salta, baila y hace muecas, y un ratoncito tranquilo al acostarse. A Ana no le gusta que la llame así porque ella no es nada de eso, ella es Ana. Finalmente, por la nohe, su madre la abraza y la llama por su nombre. Ana se queda tranquila y vuelve a sentirse querida.