Universalmente reconocido como uno de los más importantes artífices de la poesía, la obra de Góngora confirma las palabras que en su día escribiera Herrera: "Es el soneto la más hermosa composición...". Son, sus sonetos composiciones maestras y muestra de la perfección condensad, y a través de ellos podemos seguir paso a paso la evolución del poeta, un verdadero revolucionario de la estética universal, cuyas creaciones obedecen a una nueva sensibilidad y a una renovada visión del mundo. Luis de Góngora y Argote se mantiene tan presente a través de los siglos que siempre suscita las mismas discusiones acaloradas que provocó en vida. Algo muy hondo tiene que latir en el hombre y, sobre todo, en la obra, para que su vigencia sea permanente. Con este libro, el lector se adentrará en su reino poético de los sonetos: los ciento sesenta y siete reconocidos y los cincuenta atribuidos; un documento de su época y la encarnación de una poesía que siempre permanecerá. Y con la edición de una de las más reconocidas autoridades en el autor: Biruté Ciplijauskaité.
Ficha técnica
Editorial: Castalia Ediciones
ISBN: 9788497408691
Idioma: Castellano
Número de páginas: 368
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 03/11/2020
Año de edición: 2020
Plaza de edición: Barcelona
Colección:
CLASICOS CASTALIA. C/C.
CLASICOS CASTALIA. C/C.
Número: 001
Alto: 19.0 cm
Ancho: 12.5 cm
Peso: 300.0 gr
Especificaciones del producto
Escrito por Luis de Góngora y Argote
Luis de Góngora (Córdoba, 1561-1627) es uno de los poetas mayores y más influyentes de la literatura española. Muy joven, protegido por un familiar, estudió Cánones en Salamanca y entró de racionero en la catedral de Córdoba. De su fama hay testimonios tempranos, como el de Cervantes. Combinó su actividad poética con diversos cargos en el cabildo, hasta que en 1617 se ordenó sacerdote y fue nombrado capellán honorario del rey. Entre sus obras destacan la comedia Las firmezas de Isabela (1610), el Polifemo (1612), las Soledades (1613-1614), el Panegírico al Duque de Lerma (1617) y la Fábula de Píramo y Tisbe (1618), amén de sonetos, canciones, romances, letrillas y décimas de perfección inusitada. Enfermo y sin haber llegado a disfrutar la pensión prometida por el Conde-Duque, regresó a Córdoba, donde murió en 1627; meses más tarde se imprimieron sus Obras en verso. Después de alcanzar un inmenso prestigio en su tiempo, no volvió a recuperarlo hasta comienzos del siglo XX.