Al descuidar el estudio del lenguaje para ir directamente a las cosas, no se hace más que proyectar en el ser la sombra llevada del discurso, de sus elementos, de sus articulaciones. Sostenido por esta convicción, Guillermo de Ockham lleva a cabo, al comienzo del siglo XIV, un análisis crítico y minucioso de las categorías lógicas y metafísicas legadas por Aristóteles, Porfirio y Boecio: empresa de desrealización que no conduce a un encierro en el lenguaje, sino, muy al contrario, a un estudio riguroso de los modos según los cuales los signos verbales y conceptuales se refieren a las cosas existentes en su realidad singular. La segunda parte de la Summa de lógica se dedica al estudio de las proposiciones: los diferentes tipos, las condiciones de verdad y las reglas de conversión. Aquí se examinan las proposiciones directas y oblicuas, de inherencia y modales, categóricas e hipotéticas (es decir, simples y compuestas). Este tratado precisa en qué condiciones una proposición es verdadera, cuál es el efecto de las determinaciones temporales, lo que son las modalidades lógicas Estamos en el corazón de la lógica, considerada como ciencia de lo verdadero y de lo falso.
Ficha técnica
Editorial: Edición Personal
ISBN: 9788499461021
Idioma: Castellano
Número de páginas: 280
Tiempo de lectura:
6h 38m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 31/05/2011
Año de edición: 2011
Plaza de edición: Madrid
Alto: 24.0 cm
Ancho: 17.0 cm
Especificaciones del producto
Escrito por Guillermo de Ockham
Guillermo de Ockham (1295-1350) es conocido como «doctor invincibilis» y otros varios títulos que indican su rica y diversa personalidad. Nacido en Ockham, al sur de Inglaterra, ingresa en la Orden franciscana y estudia en Oxford. Posteriormente aparece como profesor en esta misma universidad desde 1312 a 1324. A partir de esta fecha le vemos envuelto en una lucha dialéctica teológica y política frente al papa. Desde 1328 se pone al lado del emperador Luis de Baviera, cuya defensa frente al papa hizo suya con las célebres palabras «defiéndeme con la espada que yo te defenderé con la pluma». Refugiado en Múnich y en la corte del emperador, Ockham hizo de esa pluma su mejor arma y fue defensor de la «libertad de investigación filosófica y de la vida religiosa».