Perdí mi alma cuando tenía trece años, sin ni siquiera haber desayunado. Era una mañana fría y neblinosa en la villa, y los ecos de las campanas que marcaban las seis flotaban sobre la bahía.A pesar de los años transcurridos, recuerdo con nitidez cada detalle de la suma de decisiones que me llevaron a comenzar mi andadura por la senda que finaliza en el infierno. Cada suspiro, cada palabra, cada cadaver, convertidos en un monumento a mis muchas estupideces y pocos aciertos.En el penal de El Cabracho, mientras aguarda cuatro ejecuciones consecutivas a manos de la Inquisicion, Leo Vicar se dispone a dictar su infame pasado a un escriba real.Empezando por su adolescencia, narrara como condeno su alma una mañana de invierno sin ni siquiera haber desayunado, como rompio cada uno de los trece mandamientos del Cristo Ahogado y como su primer amor desencadeno un brutal descenso al abismo.Leo Vicar desgranara una historia de brujas reencarnadas y demonios de las profundidades, de inocencia perdida y rabia incombustible, de lagrimas y quemaduras.De salitre y cenizas.