La arquitectura moderna ha apostado por la eterna juventud. La tersura de una piel sin manchas ni arrugas parece ser el objetivo de la imaginería contemporánea. Pero el tiempo pinta con el pincel de la lluvia y el color de la suciedad. Lo que se deposita siempre es porquería, pero si subraya el carácter del edificio, la forma del elemento constructivo o la incidencia de la luz, le llamamos pátina. Este cuaderno esboza una reflexión sobre la posibilidad de prever la huella del tiempo, cronológico y meteorológico, en nuestros edificios. Hay que saber envejecer.
Se esta popularizando entre nosotros un elemento constructivo que había tenido una limitada difusión en la arquitectura mediterránea: la claraboya. Un elemento para la captación de luz que veía su campo reducido a los patios de escaleras o algunos espectaculares efectos en grandes salas se está utilizando indiscriminadamente para iluminar toda clase de locales. El interés por la luz en la arquitectura contemporánea explica ese inusitado éxito de la claraboya aunque no justifica su imprudente utilización. En efecto, esa importación de cualquier tragaluz sobre no importa que local no puede hacerse sin mayor análisis. Durante algunos años se han cometido los mas graves desmanes arquitectónicos y desordenes térmicos por la cópia mimética de unas modas nordeuropeas. Nuestro clima, la fuerza del sol en nuestras latitudes, nos obliga a repensar un elemento que se convierte en una de las piezas más difíciles de nuestras construcciones.
El título de este libro será para muchos un nuevo oxímoron, una grave contradicción de los términos: el vidrio, por su fragilidad, jamás podrá ser considerado como un material capaz de soportar cargas o de colaborar en el soporte de otros elementos constructivos. Sin embargo las exigencias de liviandad y transperencia de la arquitectura moderna están impulsando una acelerada evolución tecnológica que ha hecho posible jácenas y pilares del más frágil de los materiales. Este cuaderno recorre cuál es la situación utilizando los conocimientos científicos del momento, la información difundida por los fabricantes del vidrio, la asesoría de los expertos en su utilización y la experiencia personal acumulada en diez años de un uso relativamente experimental de ese material. Cuando en 1988 proyectamos el mirador de remate del Convent dels Àngels no éramos conscientes de que estábamos levantando el primer pórtico de vidrio de España y quizás también de Europa. Desde que proyectamos ese mirador en lo alto de la torre hasta que levantamos el vestíbulo de vidrio que da entrada a la nave gótica del mismo edificio, diez años de evolución técnica muestran las posibilidades, cada vez más abiertas, de un material que todavía es un próximo y familiar desconocido.
Los cables tubos y conductos crecen dentro de nuestros edificios, y con ellos los espacios que ocupan y las exigencias de accesibilidad. Pero los arquitectos no nos decidimos a dar a estos tendidos la importancia que evidentemente tienen. Parece que los proyectistas entendemos que eso no es arquitectura... que la arquitectura trata de otras cosas. ¿Hasta cuando podremos mirar hacia otro lado?
En los últimos años la imaginería de la chapa ha envuelto por completo el edificio, agrediendo las más elementales leyes de la geometría de evacuación, pero planteando alternativas que no podemos ign