Por supuesto que hay personas mucho más autorizadas que yo para prologar un libro que trata de lo flamenco. Sólo la amistad con el autor puede ser una buena razón para hacerlo, amén de la complicidad en el análisis antropológico que compartimos desde hace una década Manuela Lorente y yo mismo.Únicamente por una superficial afición al flamenco me he acercado en ocasiones a algunos de los productos de la llamada flamencología, con literalidad la pretendida ciencia que estudiaría aquel fenómeno social, cultural y misical, en todas sus vertientes, y siempre hallé allí varias constantes generales que me insatisfacían y que se muestran en este libro.