¿Quién hay detrás de las agencias de calificación de las que se ha hablado tanto en el curso de la crisis financiera? ¿Y qué criterios de trabajo siguen? ¿Por qué campan a sus anchas sin que nadie haga nada? En este libro se presenta por primera vez la estructura de propiedad de las tres grandes agencias: Standard & Poors, Moodys y Fitch. Entre sus propietarios figuran los mayores fondos de inversion y fondos de alto riesgo -con sede en paraisos fiscales- que son propiedad de un complejo entramado de bancos y grupos empresariales que, a su vez, son propietarios de las mas importantes y conocidas multinacionales. Si nos adentramos en las practicas de las agencias de calificacion, veremos que la base de su poder estriba tanto en la funcion de supervision estatal y supraestatal que les ha sido atribuida por gobiernos e instituciones politicas nacionales e internacionales, como en su estructura de propietarios capaz de asegurarse las complicidades politicas necesarias de estos organismos. Son estas complicidades las que han permitido desregular los mercados financieros hasta convertir a las agencias en juez y parte de un juego de casino global en el que la banca siempre gana. A esto se añade una fomentada e inteligente politica de rotacion de directivos entre cargos politicos, asesores presidenciales, empresas publicas y agencias, multinacionales, bancos y fondos de inversion, las famosas puertas giratorias que aseguran fidelidades y el control directo de las estructuras politicas. En tanto que supuestos vigilantes objetivos e independientes del mercado, ayudan a sus propietarios a apoderarse de empresas, servicios publicos, Estados y economias nacionales completas. Su negocio no es la devolucion de la deuda, sino el crecimiento exponencial de la misma. Para conseguir su objetivo disponen de un alto repertorio de practicas que van desde las calificaciones indicativas o las calificaciones no solicitadas hasta la escenificacion de crisis o la intervencion directa en las politicas internas aconsejando recortes sociales. Estas consentidas practicas fraudulentas y extorsionadoras han convertido a las agencias en una lucrativa maquina de expolio continuado y en uno de los pilares fundamentales del poder actual del capital.