El museo ofrece a todos, como un legado público, los monumentos de un esplendor pasado, instrumentos de la ostentosa glorificación de los grandes de antaño: liberalidad artificial, porque la entrada libre es tambien una entrada facultativa, reservada a quienes, provistos de la facultad de apropiarse de las obras, tienen el privilegio de usar esta libertad y que se encuentran por ello legitimados en su privilegio, es decir, en la propiedad de los medios de apropiacion de los bienes culturales.
El acceso a los tesoros artísticos se encuentra, a un mismo tiempo, abierto a todo el mundo y vedado a la mayoría. ¿Qué separa a quienes frecuentan los museos del resto de la gente?Este libro ya clásico, presentado aquí en una nueva edición, intenta aportar a esta cuestión respuestas sociológicas, es decir, a la vez lógicas y empíricas. Sin temor a incurrir en el mal gusto, pretende someter el buen gusto al rigor del examen científico. Al poner de manifiesto las condiciones sociales del acceso a la práctica culta, permite ver que la cultura no es un privilegio natural, sino que sería necesario y suficiente que todo el mundo estuviera en posesión de los medios de su disfrute para que perteneciera a todos.