Rosamond ha muerto. Tenía setenta y tres años, sufría del corazón y se había negado a operarse; su médica, que en los últimos tiempos la visitaba casi cada día en su pequeña casa solitaria en el remoto Oxfordshire, la encontro sentada en su silla y dura como una tabla. Tras el entierro, el testamento. Rosamond nunca se caso ni tuvo hijos, la amiga o amante que vivio con ella largos años ya ha muerto, y su herencia debera repartirse a partes iguales entre tres herederos: dos tercios para Gill y David, los hijos de su hermana, el otro para Imogen, una desconocida. O casi desconocida, porque Gill recuerda que la vio una vez, hace mas de veinte años, en una reunion familiar. Era una niña rubia y ciega de siete años, extraña y encantadora, que sedujo a todos los invitados. Pero cuando Gill va a casa de la muerta, encuentra otro legado: varias cintas de casete que Rosamond ha grabado antes de morir o de suicidarse y una nota donde le dice a Gill que las cintas son para Imogen, y si no la encuentra, que las escuche ella. Y meses mas tarde, tras buscar sin exito a la elusiva joven, Gill y sus dos hijas vuelven a oir la voz de Rosamond en esa grabacion destinada a una ciega, en la que, apoyandose en la minuciosa descripcion de veinte fotografias ordenadas como un puzle fantasmal, cuenta una historia de madres e hijas que va desde los años cuarenta hasta el presente, tres generaciones de mujeres ligadas por el deseo, la culpa, la crueldad, la ambivalencia de sus afectos... Esta novela pone de relieve la intensidad creativa de un autor que ha dejado atras la satira social para plasmar un texto intenso, poetico, perfecto en su ejecucion (Diego Gandara, La Razon). Si buscan novelas que no se lean de un tiron y traten al lector con respeto, si les gusta desentrañarlas y demorarse en ellas, acudan a una buena libreria, haganse con un ejemplar y elijan el momento mas propicio para empezarla. Ya me contaran (Manuel Rodriguez Rivero). Una novela, en estilo e intencion, insuperable. Un escritor excepcional (Kiko Amat, Rockdelux).
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