Durante un largo viaje en tren, una mujer escribe a su madre la carta que le debía. Se propone revelarle todas sus desdichas, muchas de sus alegrías. Se propone sobre todo llevar a cabo la mayor ofrenda de amor de la que es capaz. El origen y el destino de tan largo viaje son un misterio. Tambien el motivo. La escritura discurre y se acompasa al ritmo de la maquina, avanza o se detiene, se ralentiza o se acelera, cambia de direccion incluso dependiendo de las condiciones meteorologicas como si ellas tambien la condicionaran. Ambas, la narradora y la maquina, atraviesan parajes desolados unas veces, otras, espacios de estremecedora belleza. Escribe, dice, desde su fosa septica, ese lugar en el que se acumulan los horrores, pero acuden la hermosura de las glicinias en su epoca de floracion y los azules majorelle o aciano que pueblan su memoria, tambien la sencilla sonrisa que provoca cualquier pelicula de Mario Moreno Cantinflas, para ir cumpliendo su funcion purificadora. Todo confluye en este soberbio relato de redencion en el que hasta las ratas tienen nombre: lo repulsivo y lo maravilloso, el pasado y el presente, el duelo y la felicidad, lo fisico y lo emocional, la muerte y la vida; personajes perturbados, como el señor Bauher, como Catalina Maldonado, con otros de envidiable lucidez; confluye el amor con todas las cosas. Sentir, sentirlo todo, se dice tambien en algun lugar de estas paginas, es como un oficio. Y a ello se dedica intensamente esa sobrecogida voz que las habita. Inma Villanueva Ayala ya demostro en su anterior novela su extraordinaria capacidad de evocacion de recuerdos y sensaciones. Y nos sorprende ahora de nuevo con un hondo relato en primera persona en el que el olor que la realidad desprende, tambien el que procede de los sueños, es capaz por si mismo de reconciliarnos con nuestra existencia, no importa lo desafortunada que haya sido. Leer Alla de donde no vuelves se convierte de ese modo en una exploracion reveladora. Pero es tambien una propuesta creativa de primer orden: basta para comprobarlo reparar en los engarces de la sangre de la matanza con la de la menstruacion o de la velocidad de un antiguo Toyota con la de ese tren que se dirige hacia un lugar del que tal vez, solo tal vez, no haya retorno.
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