En los siglos XVI y XVII, parte del territorio de la actual República Italiana formó parte de una entidad conocida como Monarquía Hispana o Monarquía Católica. Su naturaleza política solo se entiende desde el paradigma de la corte, desde la existencia de un entramado que, con diversos vinculos, con multiples ramificaciones, articulo un espacio cuyos dos polos principales, pero no unicos, los constituyeron las cortes de Madrid y Roma. En la Italia que no estaba bajo el dominio de la Casa de Austria, soberanos como los duques de Saboya, Mantua o Parma ellos mismos o sus familiares, estuvieron en la nomina de los puestos de gobierno de la Monarquia, al frente de virreinatos, ejercitos, embajadas, etc. Cuando un soberano concede a otro el mando de sus ejercitos, de una provincia o le encarga su representacion, los vinculos convencionales entre estados no parece que den mucha informacion sobre la realidad politica, y debe irse mas alla de los vinculos formales entre estados (intercambio de embajadores, definicion de fronteras, soberania territorial) para comprender la naturaleza del fenomeno. Deben analizarse las redes de cortes, con todas sus variables familiares y, sobre todo, clientelares, porque las casas y las cortes de los soberanos se hallaban en el epicentro del sistema de relacion y cohesion del poder. De esa forma, la permanencia de la Monarquia como poder hegemonico en Italia estuvo vinculada a la integracion de las elites de ambas peninsulas en proyectos comunes, cimentados por el parentesco y por las redes clientelares y de patronazgo.Genova, Roma y las diferentes cortes italianas se acoplaron a la realidad de la Monarquia Hispana haciendo de Italia un complemento fundamental en lo politico (el desarrollo del sistema español), en lo militar (frente al Imperio Otomano), en lo religioso (Roma ejercio como autoridad espiritual y jurisdiccional) y en lo economico (Genova fue el principal centro financiero). Por otra parte, Saavedra Fajardo establecio, en el siglo XVII, los terminos sobre los que se sustentaba una larga tradicion de entendimiento entre los ingenios de ambas naciones. A su juicio, ambas cayeron en el silencio durante las invasiones de barbaros y musulmanes, ambas despuntaron al unisono: Petrarca y Dante por un lado y Juan de Mena y el marques de Santillana por otro sacaron a las lenguas italiana y española de la barbarie, igualandolas al latin su espiritu, su pureza, su erudicion y gracia les igualo con los poetas antiguos mas celebrados. A pesar de este forzado paralelismo, Diego de Saavedra no tenia duda de que, en primer lugar, iban los italianos: Petrarca, Dante, Ariosto y Tasso abrian caminos, eran señalados como precursores y marcaban, como punto de partida y de comparacion, su breve relato de la literatura española desde Garcilaso (que comenzo a escribir en tiempos mas cultos) hasta Lope o Gongora. Parecia ineludible que, al hacer repaso de la Historia de las letras españolas, se comenzase con autores italianos; salvo Camoens y Ausias March, ningun autor de cualquier otra lengua figuraba en el Parnaso español.Cada vez que se alude a los fundamentos de la modernidad europea todas las miradas convergen en Italia. En el caso español es inevitable: la produccion literaria y artistica, asi como la cultura, la politica, la religion y casi todas las manifestaciones de la sociedad del Siglo de Oro imitaron, siguieron...
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